LAS FALSAS PROFECIAS SOBRE DONALD TRUMP

Las profecías fallidas en torno a la reelección de Donald Trump pueden haber dañado la credibilidad del movimiento carismático independiente del cristianismo evangélico estadounidense más que ningún otro acontecimiento desde los escándalos de los televangelistas de la década de 1980. Esto ha causado que algunos critiquen al cristianismo en su totalidad, y legítimamente nos inviten al autoanálisis.

No me malinterpreten: yo soy carismático, y la mayoría de los pastores pentecostales y carismáticos que conozco no prestaron atención a dichas profecías. Sin embargo, las millones de visualizaciones y veces que fueron compartidas en las redes sociales demuestran que muchas personas sí estaban al tanto de ellas.

El primer paso para corregir los errores es admitir que los hemos cometido. Tras la toma de posesión del presidente Joe Biden, algunos de los que profetizaron la reelección de Trump siguen insistiendo en que tenían razón. Tal vez las elecciones fueron robadas o serán anuladas, o en algún reino místico Trump es espiritualmente presidente. Algunos simplemente cambian de tema. Por desgracia, sus seguidores más acérrimos pueden conformarse con eso.

Otros reconocen que las profecías deben ponerse a prueba y, al afirmar la victoria de Biden, de manera implícita admiten que se equivocaron. Sin embargo, algunos profetas han llamado la atención de carismáticos y no carismáticos por igual al confesar públicamente que sus profecías fueron erróneas, ofreciendo a la vez una disculpa pública.

R. Loren Sandford, Jeremiah Johnson y Kris Vallotton han expresado hace poco su remordimiento e incluso arrepentimiento por haber profetizado incorrectamente que Trump volvería a ganar en 2020. Los tres nos instan a orar y a trabajar respetuosamente con el nuevo gobierno.

Las explicaciones que dieron acerca de cómo pudieron haber escuchado mal la voz de Dios pueden servir para evitar errores similares en el futuro. Mientras tanto, aquellos de nosotros que podríamos estar tentados a decirles "se los dije", debemos recordar que Dios exige la misma humildad de nuestra parte (Gálatas 6:1; 1 Tesalonicenses 5:19-20).

Sus confesiones, así como los ejemplos de varios profetas a lo largo de las Escrituras, ofrecen algunas advertencias útiles sobre la influencia de la presión de grupo, el orgullo y la arrogancia, así como la necesidad de que los cristianos permanezcan cautelosos sobre sus predicciones, dispuestos a ser corregidos cuando sus interpretaciones resulten ser falsas.
Los profetas y la presión de grupo

Sandford, que tiene una maestría en Divinidad del Seminario Teológico Fuller, es la única de las voces proféticas vigentes que yo ya conocía con anterioridad. Tiene un historial muy bueno. Soy testigo de que, al comienzo del primer mandato del presidente Trump, predijo que una crisis económica causada por circunstancias ajenas a los Estados Unidos afectaría el cuarto año de su gobierno, y que los acontecimientos posteriores dependerían en parte de que Trump aprendiera a controlar su retórica divisiva.

A pesar de ello, Sandford se sumó al coro profético que anunciaba la reelección del presidente. Ahora, él confiesa que permitió que la unanimidad que vio en otros profetas influenciara su propio sentir.

"Hasta la fecha siempre he buscado al Señor por mi cuenta. Siempre he recibido primero palabra de Él, y después la comparaba con lo que otros decían", escribió la semana pasada en una disculpa pública. "Por lo tanto, lo primero que puedo confesar es que me aparté de esa disciplina. Me dejé atrapar por la corriente dominante y me dejé llevar por ella. Al hacerlo, en realidad puse en tela de juicio lo que el Señor ya me había dicho años atrás".
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La presión de grupo puede ser intensa. Un mensajero le insistió a Micaías: "Mira, los demás profetas a una voz predicen el éxito del rey. Habla favorablemente, para que tu mensaje concuerde con el de ellos". (1 Reyes 22:13, NVI). Micaías fue el único que insistió en proclamar la verdad y fue encarcelado por ello. (En los Estados Unidos de hoy, lo único que perdería sería su relevancia en las redes sociales). Jeremías también expresó confusión porque su mensaje contradecía el de todos los demás profetas (Jeremías 14:13).

La revisión por pares es necesaria. En la iglesia de Corinto, donde muy pocos conversos llevaban más de un par de años de ser creyentes, los que profetizaban necesitaban evaluar lo que los demás decían (1 Corintios 14:29); el Espíritu permite esta evaluación (1 Corintios 2:13-16). Sin embargo, existe la posibilidad de depender demasiado de una red de revisión por pares: "Por eso yo estoy contra los profetas que se roban mis palabras entre sí —afirma el Señor—" (Jeremías 23:30).
Los profetas y el orgullo

Todos los creyentes oyen a Dios: cuando menos, el Espíritu de Dios testifica a nuestro espíritu que somos sus hijos (Romanos 8:16). Algunos tienen el don para escuchar la voz de Dios de forma más clara que otros. Dios nos ha concedido la medida de fe necesaria para diferentes dones, y por tanto, algunos profetizan, es decir, escuchan la voz de Dios y hablan en su nombre con más plenitud (Romanos 12:3,6).

Por desgracia, si nos confiamos demasiado acerca de nuestro don, podemos hablar más allá de la medida que se nos ha concedido. (Esa es una tentación ante la que también podemos sucumbir los que tenemos el don de enseñanza; sin duda los que tienen el "don" de comentar en las redes con frecuencia lo hacen). El orgullo puede engañarnos: los seres humanos somos tentados con frecuencia a atribuirnos el mérito de la obra o el don de Dios, como si todo se tratara de nosotros mismos. Un don, ya sea de profecía, de enseñanza, de ayuda o algo similar, no nos hace mejores que nadie; por definición, es algo que recibimos y no se basa en nuestros méritos (1 Corintios 4:7).

No todos los que escuchan la voz de Dios lo hacen en un mismo nivel: a menudo, las visiones y los sueños son como acertijos que requieren interpretación, a diferencia de cuando Dios habla en persona, como lo hizo con Moisés (Números 12:6-8). La mayoría de nosotros solo experimentaremos ese conocimiento de Dios cara a cara cuando nos encontremos con Jesús a su regreso (1 Corintios 13:8-12). Las impresiones e incluso las profecías más fluidas siguen emanando de vasos frágiles. La seguridad que tenemos en el Señor de que todo saldrá bien no siempre significa que el resultado será el escenario que nosotros imaginamos cuando pensamos en lo que significa que “todo saldrá bien”.

Los profetas más humildes que se han equivocado han pedido disculpas. Incluso cuando hablamos por primera vez, debemos ser humildes y formular nuestras opiniones con cautela cuando haya incertidumbre.